En la puerta de al lado de casa, vivía Marta, una joven
de 18 años que estaba buenísima. Se pintaba y se arreglaba mucho y tenía unos
andares super-sensuales. Siempre que coincidíamos me sonreía con mucha
simpatía. A veces oía el ruido del agua de la ducha y me imaginaba que era ella
quién se duchaba. Su madre, no era una belleza, pero tenía un culo tremendo.
Una tarde, su madre me llamo a la puerta para ver si
podía echarle un vistazo a la ducha, ya que su hija tenía que ducharse y el
grifo estaba roto. Entonces amablemente revise el problema y lo solucioné, con
lo que Marta ya podía usar la ducha y me sonrío mientras entraba en el lavabo.
Su madre amablemente me llevo al comedor a darme las gracias, pero antes de
despedirse me agarro el paquete, mientras me decía: “¿Te crees que no me doy
cuenta de cómo nos miras a mí y a mi hija en el ascensor? Déjame que te pague
bien por tu ayuda”. De repente me saca la polla y la empieza a chupar con unas
ansias descomunales. Después la agarre con fuerza y la empotré contra el sofá
para follarla con ganas ummm, que salvaje y que excitante. En esos precisos
momentos salió Marta de la ducha y sorprendida, vio la escena. Su madre le dijo
que viniera sin miedo y que la acompañara, que seguro que le gustará. Marta
indecisa, pero a la vez curiosa se acerca y su madre le acerca mi polla para
que la chupe. Marta empezó a chupármela lenta y delicadamente uufff, mientras
su madre la masturbaba y la ponía a 100. Me senté en el sofá con la polla bien
palote y Marta caliente como una perra empieza a cabalgar sobre ella, uuufff.
Su madre me puso su culo al lado y empecé a comérmelo con gusto…uuuuf que
fiesta, Marta ya se estaba corriendo y disfrutando del momento. Después su
Madre cachonda perdida, se la metí por su rico culo, mientras Marta le comía el
coño…uuffff, que follada, y cuando estaba a punto de correrme, se colocan las
dos de rodillas hacia mí para bañarse en mi leche y sentir el tacto de sus
lindas bocas húmedas.
(Relato escrito en el 2004)